viernes, 18 de mayo de 2012

Duelo Normal y Duelo Complicado: ¿cómo reconocerlos?


El duelo es un proceso en parte natural, como la muerte misma, y ​​en parte es el resultado de una necesidad evolutiva que nos "obliga" a romper los vínculos con las personas importantes para nosotros.

La pérdida de una persona con la que teníamos una estrecha relación de afecto, es un reto muy difícil para nuestra adaptación como seres humanos. En general, nuestra respuesta a esta separación definitiva está representada por un conjunto de reacciones que se denominan  estrés por separación: el llanto, ciertos trastornos de conducta, la añoranza de un ser querido, ansiedad, insomnio, pérdida de apetito, tensión muscular, en algunos casos incluyen falta de respiración, taquicardia, trastornos digestivos, etc.
Aunque estos síntomas ponen a dura prueba nuestro equilibrio, así como nuestro bienestar, lo que hace aún más complicado el proceso de duelo es que los seres humanos tienden a buscar un significado en el fenómeno de la muerte. Así que la muerte se convierte, no sólo en un hecho puramente biológico al que debemos someternos, sino también en un catalizador para la construcción de nuevas significados.
El ser humano tiene la tendencia a organizar sus experiencias de forma "narrativa", es decir, construye explicaciones que pueden dar sentido a las transiciones problemáticas de nuestra vida. En el caso de la muerte, tratamos de darnos una explicación de esta pérdida que pueda ser compatible con nuestro sistema de creencias y pueda mantener un sentido de continuidad con la persona desaparecida. Sin embargo, la muerte pone a dura prueba nuestra capacidad de construir una narrativa coherente. 
Sin lugar a dudas, la tarea más difícil es ganar una nueva perspectiva sobre nuestro punto de vista que integre la pérdida de un ser querido con la realidad de un mundo que será diferente para nosotros.
Empezará, pues, un proceso en algunos casos largo y doloroso, que termina con la confirmación o la destrucción y la reconstrucción de nuestros patrones de pensamiento. 

Dichos patrones no se refieren solamente a nuestra comprensión del mundo, de la vida y las relaciones, sino que también incluye la idea que tenemos de nosotros mismos. La pérdida de un ser querido, conlleva no sólo la falta de un afecto, sino también de un "testigo" íntimo de nuestro pasado (parejas, padres, hermanos, abuelos, amigos), que puede llegar a debilitar profundamente nuestra auto-definición. Lo mismo sucede en caso de pérdida de un hijo, es decir un "testigo de nuestro futuro”. La percepción es que, además de la pérdida de un amor, hay también la pérdida de un papel. De repente tenemos que encontrar un lugar nuevo que ocupar en nuestro mundo, con un nuevo significado.
Otras complicaciones se producen en  caso de muertes traumáticas que alteren el "orden natural" (muerte de niños, jóvenes, suicidio, homicidio). Lo que hace aún más difícil la re-adaptación del sobreviviente son los recuerdos relacionados con el episodio de la muerte, que adoptan la forma de imágenes, sensaciones y emociones disociadas y fragmentadas. El resultado es una cierta susceptibilidad a los recuerdos intrusivos que se alternan a la evitación de los mimos, que pueden durar incluso años y nos resulta difícil integrarlos en la narrativa consciente de de nuestras vidas. Es también posible que esta experiencia traumática destruya permanentemente  nuestro sentido de seguridad, de predicción, de confianza y el optimismo.

Un DUELO NORMAL es un proceso que generalmente pasa por tres etapas:
  1. Evitación: como una reacción a la dificultad de asimilar la idea de la pérdida de un ser querido. Se manifiesta con síntomas físicos como dolor, entumecimiento o mareo, sensación de disociación con respecto al contexto, etc.
  2. Aceptación: aparece poco a poco, después de muchos días de la muerte, cuando la persona comienza a darse cuenta de que a partir de ahora tendrá que vivir sin la presencia del ser amado. Sobre todo al principio, esta toma de consciencia convive con momentos de negación en los que se "olvida" que esa persona ya no está viva. Aquí es donde nos parece ver a nuestra querida por la calle o, si suena el teléfono, creemos que es él / ella. En esta fase pueden aparecer emociones como la tristeza (con un real cuadro depresivo), la culpa (de lo que podríamos haber hecho mientras él estaba vivo, por las cosas malas que hicimos, por lo que podíamos hacer para salvarla); ira (hacia aquellos que causaron la muerte, que para algunos será Dios, la naturaleza, los médicos, etc.) hasta llegar a sentir un verdadero sentimiento de injusticia (en los casos de muerte violenta o negligencia).
  3.  Acomodación: a medida que la persona recupera el equilibrio y se relaciona mejor con sus emociones, comienza a ver las cosas desde otro punto de vista. En esta etapa el individuo trata de hacer frente al cambio que implica el nuevo sistema de creencias. 
La duración de cada una de estas fases, así como la del proceso de duelo en general, es muy personal. Cada uno de nosotros puede tardar más o menos tiempo y, aunque la sociedad a menudo parece no aceptar demasiado tiempo, tenemos que darnos todo el espacio necesario para procesar una pérdida.Sin embargo, es importante distinguir un DUELO NORMAL de un DUELO COMPLICADO, puesto que el segundo caso (con mayor urgencia que en el primero) requiere la intervención de un profesional que ayude y acompañe a la persona en este difícil camino. De no ser así, podría convertirse en un estado de malestar crónico.

DUELO COMPLICADO
En los casos de duelo complicado el sentido que la persona da a su vida, sin la persona fallecida, se ve tan comprometido que no se puede integrar y procesar la pérdida y seguir adelante. En estos casos, la muerte de un ser querido no sólo es profundamente triste, sino que también llega a perturbar el sentido de quiénes somos, de nuestros proyectos y nuestra relación con el mundo.

¿Cómo reconocerlo?
  • Pensamientos intrusivos sobre el difunto               
  • Sentimientos de añoanza de un ser querido           
  • Búsqueda de la persona fallecida                                 
  • Soledad excesiva desde la muerte(Estos 4 síntomas por lo menos durante 6 meses)
  • Falta de objetivos, sensación de inutilidad respecto al futuro
  • Sensación de desapego o ausencia de reacciones emocionales
  • Dificultad en el reconocimiento de la muerte (incredulidad)
  • Sentir que la vida no tiene sentido
  • Sensación de que, con esa persona, murió una parte de nosotros
  • Visión derrotista del mundo (sensación de pérdida del control, confianza y seguridad)
  • Hacer propios los síntomas o la conducta destructiva de la persona fallecida
  • Irritabilidad excesiva, amargura o angustia relacionadas con la muerte

En general, la falta de un apoyo en los casos en que la persona lo necesita, puede causar problemas significativos en áreas importantes como las sociales, ocupacionales, y otras esferas del funcionamiento del individuo. Por esta razón es importante buscar ayuda y una guía en un momento tan difícil en nuestra vida, en el cual no tenemos todos los recursos con los que podíamos contar antes para hacer frente a las dificultades. Una ayuda importante nos podrá llegar de nuestra red social (familia, amigos, comunidad) y de profesionales como los psicólogos, que nos acompañarán en un proceso terapéutico trabajando juntos para elaborar el duelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario