lunes, 7 de mayo de 2012

La importancia de la percepción subjetiva y de los objetivos en la ansiedad

Cierto grado de ansiedad puede ser bueno y útil: nos avisa que hay un peligro y activa nuestro sistema fisiológico, cognitivo y comportamental para que reaccionemos ante ello. Pero cuando llega a nivel patológicos ya no nos sirve, deja de ser un recurso y se convierte en, probablemente, una de las sensaciones más desagradables que existen.
Lo que pasa en los casos de ansiedad patológica es que la persona cree estar en presencia de un peligro "objetivo", cuando en realidad este estado es fruto de una percepción distorsionada de la persona que lo experimenta. 


Por ejemplo en muchas ocasiones queremos llegar a nuestras metas demasiado rápido, y ello genera cierta prisa y consecuentemente angustia y estrés.
Muchas veces pretendemos llegar a 10 sin pasar por 1,2,3.... y la meta se nos hace inalcanzable. No tenemos en cuenta que para conseguir objetivos que son importantes para nosotros (o dificiles) hay que conseguir primero los más fáciles. Además el ser capaz de alcanzar metas (por pequeñas que sean) nos motiva a seguir adelante, refuerza nuestra autoestima y, por supuesto, nos sirve de antidepresivo!
Las personas que no respetan esa "jerarquía" en sus objetivos tiene la tendencia a
no afrontar situaciones que suponen superar esos retos. Esto puede ser la causa de otra sensación muy desagradable: la tristeza. De hecho muchas veces la ansiedad va de la mano de ciertos estados depresivos.
Cuando la persona piensa que afrontar los retos puede provocar ansiedad, desarrolla una tendencia a evitarlos, provocando un círculo vicioso del cual puede costar salir si no cambiamos de estrategia.
Un cambio de estrategia podría ser una planificación diferente de los objetivos que se quieren alcanzar. Cuando una persona se plantea conseguir un objetivo, debería tener en cuenta que el cerebro reacciona positivamente y con motivación, únicamente si ve posible alcanzar el mismo, aunque ello sea difícil. Por esa razón, los objetivos siempre deben ser asequibles, en caso contrario aparece la ansiedad. Por eso, si queremos conseguir un objetivo representado con el número 10 tendremos que estructurar nuestras tareas en 10 pasos, empezando por el objetivo representado por una dificultad 1.
Además es fundamental que estos pequeños objetivos sean a corto plazo, ya que si pensamos en términos de futuro, el cerebro guarda la información en el cajón de lo que no es importante ahora y no le hace caso. En el peor de los casos, si ponemos objetivos demasiado lejanos, el cerebro puede reaccionar con estrés debido a que queremos conseguir algo (deseo) pero no estamos haciendo nada para conseguirlo, provocando frustración y un conflicto difícil de resolver y que puede provocar síntomas de todo tipo (insomnio, trastornos psicosomáticos, depresión, irritabilidad, etc.). Por eso es importante, cuando nos propongamos objetivos, que estos sean realizables en un corto espacio de tiempo para que el cerebro los sitúe en nuestro presente y los almacene en el cajón de las cosas importantes. Poner una fecha y un momento concretos para alcanzar nuestro 1 es una buena estrategia.
Para que este nuevo planteamiento de objetivos funcione deberían ser por ejemplo: objetivos concretos (al cerebro le cuesta crear energía cuando nos planteamos un objetivo demasiado complejo y confuso. Debemos centrarnos en acciones concretas, porque si no conseguimos ponerlo en práctica se convierte en un deseo que no se materializa y genera más ansiedad, baja autoestima y depresión) y objetivos personales (es importante que nos interesen, se ajusten a nosotros y a nuestro entorno, si no perderán de sentido y nos llevarán a un fracaso garantizado).

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