lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Cómo elegir el mejor psicólogo para mi?


"Los humanos somos seres sociales por naturaleza. Prácticamente todo el mundo sabe que si le duele la oreja una posibilidad es acudir a un médico especializado en otorrinolaringología, o si padece erupciones cutáneas, a un dermatólogo. ¿Pero a qué psicólogo acudir cuando el malestar pertenece al ámbito de las emociones? ¿A un cognitivo-conductual? ¿A un psicoanalista? ¿O mejor a un psicólogo experto en terapia breve? ¿Son preferibles las sesiones indviduales o las dinámicas en grupo? ¿No sería  mejor un psiquiatra y solucionarlo con unas pastillas? ¿Tal vez un coach, tan de moda ahora? Los interrogantes se pueden multiplicar, porque en el ámbito de las emociones hay quienes habiendo realizado un cursillo de fin de semana en constelaciones familiares o regresiones, por ejemplo, ya se sienten capaces de autonombrarse expertos en desentrañar los entresijos de la biografía personal y aliviar ese malestar (y hay quien afirma que también le ha ido bien). Pero eso sería otro tema.
Las experiencias son múltiples. Y una misma persona se puede encontrar en que un buen amigo le aconseja que acuda a un psicoanalista para hacer frente a su ánimo decaído porque a él le fue muy bien, como otro le sugiere que visite a un psicólogo experto en terapias breves porque, según le dice, le ayudó a levantar la moral. O a un psiquiatra. Como no sabe a quien elegir ni quiere perder tiempo y no tiene claro si le van a garantizar una mejora, opta por no visitar a nadie. Piensa que ya le pasará.
No se trata de psicologizar todo lo que sucede en el mundo emocional de cualquier persona, pero recuerda que hay quien requiere apoyo en algún momento determinado de la vida, “y para eso estamos”. No todas las personas son iguales, y la edad del paciente puede determinar el tipo de psicólogo a quien acudir. La actitud del profesional ante un menor es distinta que la de ante un adulto.
No parece que haya demasiadas dudas respecto a qué profesional acudir cuando se trata de los hijos, pero no está tan claro cuando se trata de adultos. Por eso, antes que nada, “el adulto tiene que decir qué quiere, cuáles son sus objetivos”. Es muy importante que la persona sea honesta consigo misma y responda sinceramente a las preguntas, “¿qué quiero?, ¿quiero una terapia?, ¿quiero un desarrollo personal?” Pero no siempre está claro qué se quiere. Sólo sabe que no está fino. Y es más difícil todavía cuando se trata de un adulto que demanda una terapia en nombre de otro adulto. “En bastantes ocasiones sucede que la mujer envía  a su pareja al psicólogo. Y cuando el hombre llega a al consulta no pide nada al profesional que tiene delante. Ha ido forzado por las circunstancias, pero no porque esté convencido de la necesidad de ser tratado. Ni siquiera tendrá claro de qué tiene que tratarse”. En ese caso no hay nada que hacer, pues es el sujeto quien tiene que decir qué quiere.
Ante todo el paciente debería tener claro qué quiere. “El instrumento que utilizará el profesional dependerá de los objetivos que se propongan, de los objetivos que se establezcan”. En ese sentido, el profesional determinará y le explicará al paciente los plazos y si los objetivos son realistas.Un ejemplo, “si voy a un balneario y le digo al médico que quiero perder diez kilos en una semana, evidentemente me contestará que no es un objetivo real o, en todo caso, sería muy contraproducente para mi salud. El psicólogo lo mismo. Tiene que presentar un mapa de lo que cabe esperar realmente a quien acuda a la consulta, y si es necesario le aconsejará que acuda a otro profesional de la psicología”. 
Pero en el trato con el mundo emocional hay un intangible: la empatía, lo que los profesionales llaman la transferencia entre paciente y profesional. Hay muchas formas de elegir psicólogo. “Algunas personas recurren a la recomendación como medio de encontrar a su terapeuta, de la misma manera que dejamos que nos recomienden un médico o un producto. Se trata de una forma de garantizarnos un trato profesional y la experiencia necesaria del terapeuta para abordar nuestro problema. Buena parte de las personas que llegan a la consulta por primera vez lo hacen a instancias de una tercera persona, normalmente un antiguo paciente”. Sin embargo hay un pero. “La única objeción a esta fórmula es que los éxitos terapéuticos con un paciente no los garantizan ante otros”. Por eso el psicólogo puede ser bueno, “pero es importante que haya empatía”. Y el vínculo entre el terapeuta y el paciente es prácticamente decisivo. Sin empatía es difícil que la terapia funcione. Es como ir al mejor médico: si no establece una corriente de confianza difícilmente se seguirán las pautas médicas. En las cosas del alma se hace más visible la necesidad de esa buena sintonía.
Más que centrarse a qué psicólogo acudir, es importante que en la primera sesión el paciente pregunte y pida explicaciones al profesional que tiene delante. “Es el derecho del paciente, así como denunciar si se siente estafado. Por eso importante acudir a un profesional que pertenezca al colegio de psicólogos. Es la doble garantía que tiene el ciudadano sobre la formación de psicólogo y que puede responder ante una niglegencia profesional”.
Una vez aclarado este aspecto, los expertos contemplan dos maneras distintas y complementarias de abordar los problemas psicológicos. “Hay quienes están especializados en resolver de manera más inmediata el problema del síntoma, y otros que ayudan a explorar y entender qué sucede detrás del síntoma manifestado”. En ese sentido la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud ha elaborado un documento por un equipo de expertos donde se especifica los tipos de tratamientos psicológicos. “Los principales son la terapia cognitivo-conductual (basada en el modo de aprender nuevas formas de pensar, actuar y sentir), las psicoterapias psicoanalíticas y dinámicas (centradas en el estudio introspectivo del ser humano), las terapias de corte existencial-humanista (basadas en gran parte en la relación terapeuta-paciente) y las terapias sistémicas (que consideran los problemas de una persona como la expresión de que algo funciona mal en su sistema familiar o de pareja, lo que implica hacer cambios en dicho sistema)”.
En cualquier caso, parece más importante la vinculación entre paciente y terapeuta que el tipo de herramienta que use el profesional. Dicho esto, el paciente puede acudir a una terapia donde el objetivo es tratar la sintomatología, una fobia concreta por ejemplo, o bien puede ir un poco más allá e intentar saber de donde viene esta fobia para que no aparezca bajo otras formas. No siempre el profesional tiene que abordar la zona oscura del paciente, una parte del inconsciente donde se entremezclan mecanismos del mundo emocional. El paciente marca el ritmo de su autoconocimiento y a veces es bueno poder compartirlo en una terapia grupal. “La terapia en grupo tiene una potencia que multiplica los efectos de una terapia. No es adecuado para fóbicos o trastornos mentales graves, pero la experiencia en grupo de madres monoparentales, en grupos de cuidadores, grupos de padres adolescentes conflictivos o grupos de duelo, es muy positiva. Socializar el sufrimiento ayuda a gestionarlo”.
También hay psicólogos que utilizan tanto técnicas verbales como corporales. El abanico es tan amplio en cuanto a técnicas que puedan emplear los profesionales que es mejor buscar el psicólogo “por proximidad a tu lugar de trabajo o donde vives, o porque alguien te lo recomienda y tener claro qué tipo de demanda hay. En el caso de una fobia u otros síntomas agudos o puntuales requiere abordarlo y solucionarlo de forma relativamente rápida. Si se trata de un malestar que se escapa a un diagnóstico patológico, es más bien una crisis vital, no será tan rápido. Y si además buscas algo más trascendente o tienes sueños de tipo recurrente, sugiero un profesional de la psicología analítica que está especializado en trabajar con sueños y símbolos, con la parte trascendente del ser humano”. Y, en cualquier caso, “al final lo que va a importar es el profesional: que sea honrado, claro y sincero”. Como en toda profesión."
ARTICULO de LAVANGUARDIA

lunes, 18 de noviembre de 2013

ZONA DE CONFORT, ZONA DE PÁNICO Y ZONA DE NO EXPERIENCIA ¿sabes qué son?

A veces, no conseguimos cambiar porque es más cómodo quedarnos con lo conocido, es decir en nuestra zona de confort.


“La zona de confort es un espacio mental metafórico conformado por todos aquellos pensamientos relacionados con “ya estoy bien como estoy”. En la zona de confort nos encontramos aparentemente a gusto con todo y no pensamos en cambiar nada”.
“La forma de conseguir una meta es soñar con lo que quieres, ponerle fecha de caducidad a tu sueño y luego trabajar para alcanzarlo”.

¿Cómo será nuestro futuro? Sabemos lo que no queremos, pero ¿sabemos lo que queremos?

Hoy, el equipo de APP Atención Psicológica y Psicoterapéutica quiere compartir con vosotros un vídeo sobre la ZONA DE CONFORT



lunes, 11 de noviembre de 2013

DEPRESIÓN POR SEPARACIÓN O DIVORCIO


La decisión de separarse, en general, se toma con la esperanza de lograr una mejor calidad de vida para sí mismo, para su parejas y sus hijos.
La esperanza de poder llegar a ser amado de una manera que se adapte más a nuestras expectativas, a menudo, está a la base de esta decisión.

Se pone fin a una situación infeliz sólo si, más o menos conscientemente, se confía en la posibilidad de ser feliz. 

Tanto la separación de hecho como la jurídica no coinciden necesariamente con la separación emocional de los esposos, sino que a menudo estos dos procesos ocurren en diferentes momentos.
La separación emocional implica un proceso que pone fin a las relaciones psicológicas entre los dos cónyuges o que, en todo caso , los transforma definitivamente.

No siempre ambos cónyuges consiguen dar este paso al mismo tiempo. 

Puede pasar que uno de los dos , normalmente el que ha propuesto la separación , elabore antes que el otro el desprendimiento y por lo tanto consigue ser más autónomo , mientras que el otro permanece emocionalmente involucrado y no puede superar esta experiencia, viviéndolo, en la mayoría de los casos, como un fracaso personal (culpabilizándose) o bien como una afrenta (culpando al otro).

La experiencia de la pareja que sufre una separación es muy similar a la del DUELO y se divide en varias etapas:

1 - Negación : el cónyuge "abandonado"  rechaza la realidad y trata por todos los medios de recuperar la relación rota . A menudo se utilizan a los niños como intermediarios entre él/ella y la pareja (Ej. envío de mensajes de reconciliación, chantajes emocionales utilizando algún malestar de los niños, etc.) Las emociones dominantes son la ansiedad y la ira, que pueden ser seguidas por el deseo de castigo y venganza. El odio es el sentimiento que une a los dos ex-esposos , a menudo con la misma fuerza con la que se habían unido para amarse.

2 - Resistencia  : el cónyuge  poco a poco toma conciencia del final de su relación marital. La ira contra el abandono que sufre puede que se exprese directamente con su ex-pareja o o retenido dentro de sí mismo . Los enfrentamientos y los conflictos se intensifican por el rechazo a la separación de la pareja. Chantajes , acusaciones, engaños, súplicas parecen ser la única manera de mantener una relación con su cónyuge.

3 - Depresión : en esta fase la persona toma conciencia de la irreversibilidad de la situación. Se trata de un período de dolor, de desánimo y de decepción profunda.

4 - Aceptación : el duelo gradualmente se elabora y los sentimientos dolorosos relacionados con el abandono se atenuan. Empieza a ser posible mirar hacia el futuro y desarrollar un proyecto de vida independiente de de la anterior pareja.

Cuando el proceso de la separación emocional no se ha completado, permanecen aún la culpa y la ira, lo cual puede provocar una dinámica de conflictos dañina entre los ex cónyuges y afectar también a los hijos.

El vínculo exasperado adquiere formas distintas : en algunos casos uno de los dos miembros de la pareja no puede renunciar a ese vínculo y no deja de esperar en una reconciliación. En este caso, a menudo, la idea de la rotura de este vínculo llega a ser intolerable , la persona no puede enfrentarse a este dolor en cuanto percibido como" la amenaza oscura de una condición de vida infernal que se concreta en los fantasmas del aislamiento, alienación, emarginación reprobable y peligrosa " .
En otros casos, uno de los dos cónyuges, " queriendo salvar a toda costa a sí mismo, desea deshacerse de la otra persona, para cancelar y destruir su presencia como una presencia negativa contagiosa y persecutoria .

En este caso, es el final de la relación , pero lo hacen a través de modalidades que , a menudo, pasan por el tentativo de borrar e incluso negar la historia y su participación en la misma .

Estas situaciones a menudo degeneran en lo que se denomina "mobbing familiar" antes, y "síndrome de alienación parental" luego.

Las dificultades que las perejas encuentran en la separación a veces les lleva a seguir un proceso legal que a menudo no hace más que aumentar el nivel de conflicto .